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Tras los muros de la vieja y abandonada abadía, se extienden pasillos oscuros y asfixiantes, un laberinto de puertas carcomidas por el tiempo que parecen susurrar en la penumbra...

Tras los muros de la vieja y abandonada abadía, se extienden pasillos oscuros y asfixiantes, un laberinto de puertas carcomidas por el tiempo que parecen susurrar en la penumbra. Cada paso resuena en ecos inquietantes, como si algo invisible acechara desde las sombras. Pero entre esos corredores interminables, hay una puerta distinta, oculta tras estanterías cubiertas de moho y telarañas, como si el propio tiempo hubiera intentado sellarla en el olvido.
Más allá de esa entrada yace una sala sombría, un espacio en el que la luz apenas se atreve a entrar. En su centro, sobre una mesa de roble podrida y agrietada, descansa el Necronomicon. Su cubierta, confeccionada con lo que parece ser piel humana curtida, palpita débilmente, como si tuviera un corazón oculto. Oscuras runas en relieve brillan con un fulgor maligno, apenas visible, pero cargado de un poder primigenio que eriza la piel.
El aire en la habitación es gélido y pesado, impregnado con el hedor de la muerte y la corrupción. Un murmullo apenas perceptible llena el espacio, voces ancestrales que hablan en lenguas olvidadas, prometiendo saberes imposibles... y amenazas aún peores. Al acercarse, una sombra intangible parece rodear el lugar, una presencia que no pertenece a este mundo.
Tocar el libro es un desafío a la cordura, una invitación a algo que no se puede deshacer. Y sin embargo, aquellos que lo encuentran no pueden resistir su llamado, como si una voluntad más antigua que el tiempo los arrastrara inexorablemente hacia el abismo.
Photography by LuiSaifer (AlDesingStudiO313)