En aquel caserón devorado por la herrumbre del tiempo, donde los pasillos parecían alargarse como venas muertas en un cuerpo olvidado, dormía —o al menos eso parecía— una criatura que alguna vez fue carne y deseo. Ahora, sólo era sombra y hambre.
Una vez, cuando la luna aún se atrevía a mirar su rostro, fue hermosa. Su silueta era un poema esculpido en carne inmortal, y su mirada, un abismo que prometía éxtasis y condena. Pero los siglos la erosionaron, no el cuerpo, sino el alma. Se alimentaba de sangre no por necesidad, sino por un vacío ancestral que ni la eternidad lograba saciar.
Aquel fluido denso y caliente, derramado de gargantas temblorosas, le otorgaba un resplandor que desafiaba a la muerte. Sin embargo, con el paso del tiempo, incluso la sangre comenzó a saberle rancia. Ya no bastaba el sacrificio de doncellas ni el gemido de hombres moribundos. Su piel, antaño alabastro impoluto, se agrietaba como mármol roto, y sus ojos, dos brasas negras, apenas parpadeaban entre los susurros de su prisión.
La casa, su sarcófago y su templo, crujía con voces que sólo los condenados podían oír. Los retratos colgados en los muros sangraban por los ojos, y el aire olía a cera derretida, cripta cerrada y muerte vieja.
Y entonces, la noche decidió ofrecerle un presente.
Un aroma fresco, cargado de vida y calor, cruzó el umbral oxidado. Un corazón joven palpitaba más allá de la reja, marcando el paso como un tambor de guerra. Su garganta no lo sabía aún, pero ya le pertenecía.
Ella abrió los ojos.
Su sonrisa era un himno silencioso a la cacería. Desde su lengua afilada como un cuchillo hasta los colmillos que sobresalían apenas entre sus labios pálidos, todo en ella gritaba sangre. Se deslizó por los pasillos como humo, sus pies apenas tocando el suelo, y la casa entera pareció contener la respiración.
—Has venido —murmuró, como quien da la bienvenida a un sacrificio.
Y la noche, cómplice silenciosa, cerró la puerta tras él.

by LuiSaifer (2025) AlDesingStudiO313