Sobre la mesa, dos barajas al descubierto revelaban el número XIII: la Muerte. El aire estaba cargado, espeso, como si algo invisible contuviera la respiración. Frente a las cartas, la vieja bruja alzaba la cabeza lentamente. Sus ojos, opacos y profundos, eran pozos de noche eterna, y una sonrisa oscura—retorcida, casi inhumana—se curvaba en sus labios resquebrajados.
No hablaba aún. Observaba. Como si esperara que las cartas comenzaran a sangrar. Sus dedos, largos y huesudos, acariciaban los bordes del mazo con una delicadeza perturbadora, como si tocara carne viva.
Cuando por fin habló, no fue un susurro, sino una grieta en el aire, una vibración gutural que hizo temblar los muros invisibles de la realidad:
—Ya se ha abierto la puerta. Lo que duerme bajo el polvo de los siglos ha escuchado el llamado. Y no vendrá solo.
El suelo gimió. Las cartas se agrietaron como huesos secos, y un olor a tierra profanada invadió la estancia. Desde algún lugar lejano —o quizá desde dentro de la misma piel del mundo— comenzó un lamento, como un millar de voces fusionadas en una sola agonía.
La bruja sonrió más ampliamente, sus encías negras al descubierto.
—El final no es mañana. El final es ahora.

by LuiSaifer (2025) AlDesingStudiO313