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Cancerberos del pensamiento, Guardianes de la mentira...

El cuerpo, la sangre y los clavos: no son símbolos de salvación, sino vestigios de una tragedia manufacturada. Son los ingredientes putrefactos de un dogma tejido con miedo, impuesto con fuego, sostenido por siglos de sumisión. Nada hay de sagrado en esta farsa: solo una maquinaria implacable que devora al individuo y lo regurgita convertido en creyente sin voluntad.
Dos mil años de oscuridad disfrazada de luz. De inquisiciones, cruzadas, penitencias y silencios obligados. El rebaño nunca fue amado, fue marcado, cercado, y conducido —una y otra vez— al matadero del alma. Las iglesias no son templos: son cámaras de eco donde resuena eternamente la voz de un dios que nunca contestó.
Un dios ausente. Un dios mudo. Un dios falso.
No está en los cielos. Nunca lo estuvo. Lo inventaron, lo moldearon con arcilla de necesidad y lo pintaron con la sangre de los inocentes. Lo alzaron sobre un trono invisible, inalcanzable, incuestionable. Lo hicieron juez y carcelero. Y la humanidad, rota, lo adoró... por miedo a morir, por terror a la nada. Sin notar que lo único divino en ese altar era el silencio que lo cubría.
La curia lo sabe. Ellos son los arquitectos del engaño. No sirven a Dios; lo administran como un producto, lo venden en trozos: indulgencias, hostias, dogmas, castigos. Son los cancerberos del pensamiento, los guardianes de la mentira sagrada. Usan túnicas bordadas con culpa y púrpura manchada por siglos de abuso, oro robado, y cuerpos enterrados bajo el peso de su hipocresía.
No hay redención. Solo control.
No hay cielo. Solo promesas vacías.
Y en el centro de todo... un trono vacío.
Y aún así, el rebaño marcha. Repite rezos como mantras, canta alabanzas a un eco hueco, levanta cruces mientras se hunde en la desesperación. Porque es más fácil creer en un dios ausente que aceptar que nunca hubo nadie allí arriba.
Cuando la última vela se consuma, cuando la última iglesia se derrumbe y el último aliento se escape de las páginas del dogma, quedará solo el polvo... y la amarga certeza de que todo fue mentira.
by LuiSaifer (2025) AlDesingStudiO313

Maldigo a mis musas.

Maldigo con lengua negra y verbo incendiado a esas entidades traidoras que alguna vez susurraron desde las grietas del infierno una inspiración que ahora me ha sido negada.
Musas impuras, hijas bastardas del caos, las convoco no con incienso ni plegaria, sino con la carne rota y el aliento de la blasfemia.
Malditas sean, no con fuego terrenal, sino con las llamas del abismo más profundo, allí donde ni Lucifer se atreve a mirar.
Las maldigo por ofrecerme visiones de grandeza solo para arrastrarme al lodazal de lo inacabado.
Por darme palabras como cuchillos, y luego quitármelos cuando más deseaba sangrar sobre el papel.
Me alimentaron con la carne de los símbolos y me dejaron con hambre eterna, con los colmillos rotos, goteando desesperación.
Ahora soy su mártir, su carcasa hueca, su altar profanado.
Que sus nombres se borren del grimorio de la creación.
Que su memoria arda con tinta maldita en pergaminos de piel.
Que cada poema que sembraron en mi alma se pudra en espinas.
Reniego de su luz enferma.
Rechazo su silencio como quien escupe hostias podridas.
Desde este círculo de ceniza, con la sangre aún tibia en la lengua, decreto su exilio de mi ser.
Musas del vacío, espectros sin redención: que el Leviatán las devore sin juicio, que el Ángel Caído las arrastre por los cabellos hasta el fuego eterno, que cada uno de sus dones se vuelva peste, que sus cánticos se deformen en aullidos de condena.
Yo, el hereje de las palabras, el sacrílego de la imaginación, les devuelvo su inspiración como quien devuelve una serpiente al vientre de su madre.
No quiero ya sus susurros. No quiero sus promesas podridas.
Prefiero el silencio que arde, la página maldita, el abismo que escupe.
Y así, con esta maldición grabada en mi carne, juro que si alguna vez regresan, no será para inspirarme, sino para ser encadenadas, invocadas, y consumidas en el altar de mi venganza.
by LuiSaifer (2025) AlDesingStudiO313

Santa Vela No Reza...

Nadie podía suponer que, tras los muros agrietados del convento de Santa Vela, lo sagrado había sido suplantado por algo mucho más antiguo y hambriento. Allí, la oración no ascendía al cielo: descendía, reptando, hacia las profundidades.
La Madre Superiora, anciana de mirada lechosa y piel ajada como cera reseca, no rezaba... invocaba. Las piedras húmedas del claustro le murmuraban secretos, y ella, fiel discípula del eco, obedecía.
Las monjas más osadas murmuraban que en su celda guardaba la cabeza de un sacerdote muerto. No en reliquia, sino fresca, incorrupta, con los ojos aún entreabiertos. Decían que aquel clérigo desapareció una noche de luna llena, justo después de confesar a la Superiora. Al amanecer, solo quedó su sangre en el altar y la figura del Cristo volteada boca abajo.
Desde entonces, la capilla permanece cerrada.
Cada luna llena, la vieja entraba en trance. Su voz arrastraba palabras sin nombre, y de su boca emergía algo imposible: una lengua larga, húmeda y roja como carne viva, que se deslizaba como un parásito. Con ella acariciaba la frente de la cabeza decapitada, lamiendo con ternura obscena cada grieta del cráneo.
Algunas hermanas oían voces esa noche. Voces dobles. Ella hablaba, y algo respondía.
Decían que con su lengua pronunciaba pactos, sellaba maldiciones, y conjuraba secretos que deberían estar muertos. Aquella lengua no era humana. Era un órgano de otro plano, una extensión del abismo.
Y, pese a todo, jamás una peste, guerra ni mal había tocado el convento. Porque el Mal ya vivía dentro.
by LuiSaifer (2025) AlDesingStudiO313

La más peligrosa de todas las mentiras...

La más peligrosa de todas las mentiras entronizadas es la santa, la santificada, la mentira privilegiada—la mentira que todos creen ser una verdad modelo. Es la madre fecunda de todos los demás errores y delirios populares.
Anton Szandor LaVey 
by LuiSaifer (2025) AlDesingStudiO313